Cosecha de verano


La editorial "Unaria" en Julio del 2013 seleccionó unos relatos para la publicación de un libro solidario titulado "Cosecha de verano" en el que se incluyó mi relato titulado "Un pequeño despiste". Parte de los beneficios del libro van destinados a la ONG Agua Pura.

Portada del libro

UN PEQUEÑO DESPISTE

      Tras escuchar el noticiario de la televisión, Sabine palideció de repente y las sombras del pasado comenzaron a poblar su sala. Por fortuna estaba sola en ese momento y pudo esquivar incómodas preguntas de su hijo o de su nuera. Acababan de notificar el fallecimiento, en Zagreb, de uno de los más reconocidos escritores del momento y ella, que nunca fue mujer de impulsos, supo enseguida que tenía que acudir a su última cita.

     Después de la cena familiar, al cabo de un buen rato de mutismo, extraño en ella siempre tan locuaz, comunicó a su hijo que a la mañana siguiente debía desplazarse temprano hasta la estación del Norte, en Bruselas, para recoger a una antigua amiga que venía a visitarla. Conocedor de los antológicos despistes de su madre, él le recomendó con insistencia que no olvidase conectar el GPS para evitar contratiempos.

     Le hizo caso, pero el destino programado fue Zagreb y no esa estación de ferrocarril a la que no tenía ninguna intención de acudir. Incluso dejó “olvidado” el teléfono móvil en el cajón de su mesita de noche para evitar ser localizada. No sabría explicar por qué razón concreta quería asistir al sepelio que se iba a celebrar dos días después, pero necesitaba estar allí.

     Salió casi de madrugada y apenas con lo puesto, para no levantar sospechas. Resuelta y casi ilusionada por la travesura que iba a cometer. Mientras pisaba el acelerador de su automóvil, su mente escapó con la misma rapidez hacia las imágenes revividas durante la noche insomne. Se volvió a sentir como la joven universitaria que fue, inmersa en un mundo de ilusiones, proyectos y sueños convertidos en retos. Le apasionaba la biología y su anhelo era poder dedicarse de lleno a la investigación. Y allí, junto a ella, compartiendo ambos el mismo universo de ambiciosos proyectos, estaba él, ya con el ansia de ser escritor instalada en su ser. Vivieron un amor tan abrasivo que aún ahora, tras casi cincuenta años, le producía algo de temblor.

      Pero llegó un momento en que ese mismo amor bohemio, exclusivo y excluyente, les condujo a la disyuntiva. Si deseaban perseguir sus respectivos proyectos, ambos precisaban de libertad para explorar caminos, tal vez opuestos, y experimentar otras vivencias, sin condicionantes. Se amaban tanto, que acordaron concederse su propio espacio. Solo unos días después de tan dolorosa decisión, se confirmó el embarazo que ella ya sospechaba. Pero no le buscó.

      La reacción de sus padres fue más favorable de lo esperado habida cuenta de lo puritano de la sociedad de la época, pero el dinero no sobraba en casa y ella tuvo que aparcar su carrera para buscar cualquier trabajo que le permitiera contribuir a la crianza de su hijo.

     Las señales indicativas en francés, alemán y croata se iban sucediendo en proporción a la intensidad con que ella apretaba el acelerador. Dedujo que su destino estaba próximo y, el sentido común le aconsejo aparcar en un lugar tranquilo para dormir un rato, en el coche. Lo cierto es que desde que falleciera su marido, no había hecho un viaje tan largo en automóvil, pero era tal la excitación que sentía que era incapaz de percibir el cansancio.

      Cuando reanudó la marcha, de nuevo los recuerdos se convirtieron en sus compañeros de viaje. Esta vez, fue su marido quien regresó a su mente. Siempre pensó que fue muy afortunada en encontrarle y lo cierto es que le amó de verdad. Fue un buen hombre que supo hacerla feliz. Compartió su secreto y reconoció a su hijo como propio. Como a tal lo educo y quiso con sincero afecto. Para éste, siempre fue su auténtico padre.

      Mientras tanto, su padre biológico destacaba como uno de los grandes escritores del momento. Cada vez obtenía más reconocimientos y sus libros eran recibidos con gran expectación. Incluso la crítica más exigente se mostraba halagüeña con su obra. Las editoriales se lo disputaban. Él había logrado su sueño. Ella había sido feliz a su manera, aunque fuera de forma tan diferente a la anhelada entonces.

      A los sesenta y dos años, el afamado escritor contrajo matrimonio con una joven modelo, treinta años menor y diecisiete centímetros más alta –eso. tras bajarse de los “stilettos”-. Ello le convirtió en un personaje codiciado por la prensa del corazón, lo que no parecía disgustar demasiado a su reciente esposa. Fue en una de esas entrevistas cuando, al ser preguntado acerca de alguna carencia en una vida tan exitosa, reconoció con naturalidad lo mucho que lamentaba no haber tenido hijos. ¡Si él supiera! suspiró Sabine.

     El GPS avisó de la llegada a su destino. En el cementerio había muchísima gente importante y nadie reparó en aquella mujer mayor que permaneció apartada, semioculta, observando cómo deslizaban la losa sobre sus años juveniles. Aguardó hasta que la gente comenzó a dispersarse y solo entonces se permitió acercarse a la tumba para depositar con discreción, un pequeño ramo de anémonas (sus flores favoritas, aún lo recordaba) junto a un breve mensaje: “Lograste tu sueño. Yo no, pero creo que me llevé la mejor parte. Perdona mi silencio”

     Se sintió justificada y se alejó con la convicción de haber saldado una vieja deuda de lealtad. Ante ella se presentaba ahora el dilema de revelar la verdad a su hijo, o guardar el secreto para siempre. Durante el viaje de regreso tendría tiempo para decidirlo, pensó.

      Mientras tanto, su hijo angustiado por su tardanza y la falta de noticias, había denunciado su desaparición. Ella, ignorante del revuelo organizado por su conducta y tras casi 1.450 kilómetros. de viaje, se sorprendió al ser localizada por la policía. Cuando la interrogaron acerca de lo ocurrido, no quiso revelar el verdadero motivo de su escapada. Nadie lo entendería. La tacharían de loca u oportunista. Prefirió pasar por tonta.

     - El GPS me llevó hasta Zagreb. Iba distraída y no me di cuenta.