LA AMANTE CLANDESTINA
Tras
más de cuatro lustros de convivencia sin sobresaltos, dos hijos en común, una
hipoteca ya pagada y múltiples complicidades compartidas, creí mi matrimonio
inmune al desgaste del tiempo y las rutinas. Me sentía razonablemente feliz. Es
cierto que el sexo había dejado de ocupar espacio en nuestras vidas, pero
incluso resultaba cómodo. Hacia mucho que cada cual se limitaba a calentar a
solas su lado de la cama. Debía de ser lo normal a nuestra edad y en nuestras
circunstancias, me autoengañaba. Aunque a veces, el simple recuerdo de esos
momentos en que nos abrasábamos juntos hasta alcanzar un éxtasis indescriptible,
todavía me pellizcaba el alma. Pero bueno, aquello ya era historia.
De
ahí mi estupor cuando descubrí que Miguel disfrutaba desde hacia meses de una
amante clandestina, más joven, más alta y delgada, más rubia y excitante aunque
también más aburrida -según sus propias palabras- que yo. Ese descubrimiento
resultó devastador para mi ego y para mi matrimonio. Él se resistía a perder la
confortabilidad de su hogar refugio y aseguraba querernos a las dos; a cada
cual en su parcela. Su propuesta consistía en continuar como hasta ahora. Como
es natural me negué, y con toda dignidad –lo único que a esas alturas
permanecía intacto en mí- le exigí que
esa misma noche abandonara nuestra casa y mi vida.
Varias
semanas más tarde volvió para recoger sus pertenencias. Le dejé hacer. Al
despedirnos, me miró como no lo hacia desde muchos años atrás. Desnudándome
hasta el alma. Yo absorbí su mirada sintiendo, a mi pesar, como todo el deseo
dormido durante tanto tiempo despertaba incontrolable. Las manos voraces,
comenzaron su alocada búsqueda hacia los
resortes infalibles. Ni siquiera pudimos alcanzar el dormitorio y allí mismo,
sobre la alfombra del salón, recorrimos otra vez el camino del placer que tan
magistralmente aprendimos a explorar juntos en otras épocas. Nunca he creído
que seamos lo que somos a través de los ojos que nos miran, pero lo cierto es
que entonces yo volví a sentirme hermosa
y deseable. La magia de su abrazo recompuso los jirones de mi ego roto. Solo el
futuro diría si las costuras iban a resultar dolorosas o no.
Desnudos,
aún abrazados sobre la alfombra, reímos como dos adolescentes despreocupados
cuando le dije a Miguel.
-
¿Te das cuenta de que has sido infiel a
tu amante con tu ex mujer? ¿Se lo vas a contar?
Un
beso ávido, inolvidable, preludio de nuevos placeres, precedió a su respuesta.
-
Me he equivocado. Soy un necio. ¿Me
puedo quedar? Te prometo…
- No.
Le atajé rotunda.
Sin fisuras. No había duda. Tras el dolor por la soledad impuesta, acababa de descubrir el valor de la
soledad buscada como tributo a pagar por la libertad absoluta. Ahora me sabía
dueña única de mi tiempo, de mis decisiones y del mando a distancia. Con los
hijos ya emancipados, sin deberes ni obligaciones, mi vida me pertenecía por primera vez.
-
Pero puedes volver…sugerí con picardía.
Al día siguiente, el timbre volvió a sonar con impaciencia. Me acababa de convertir en una amante clandestina. Y me gustó.
PRESENTACIONES:
Algunos autores de los relatos incluidos en 150 rosas nos reunimos para presentarlo en la feria del libro de Castellón junto con Sergio Guinot, editor de Divalentis.
En Mayo lo presentamos también en la cafetería Alejandría.