UNA
CARTA EXTEMPORÁNEA
Me aguardaba en el buzón, agazapada entre diversos impresos publicitarios, la más hermosa carta de amor que pudiera soñar. Anónima. Fuera de toda lógica y tiempo, cuando ya demasiados otoños solitarios habían acariciado mi piel.
Mi primera reacción fue romperla. Temí que se tratara de una broma despiadada. Pero enseguida descarté esa hipótesis. Un propósito tan cruel, no podría destilar unas palabras tan plenas.
Mentalmente repasé todas las posibles opciones y me percaté de lo limitadas que éstas se habían vuelto con el correr de los años. No reconocía en nadie la sensibilidad suficiente para ser capaz de condensar tanta belleza en tan pocas líneas.
Percibí entonces que la verdadera importancia de esa carta residía más en su mensaje de ilusión y esperanza que en descubrir la mano que la escribió. No en vano supo remover mi alma cuando creí que ya nada ni nadie sería capaz de hacerlo. Reavivó sentimientos que estimé olvidados para siempre.
Decidí conservarla en secreto. Servirá para paliar esos días del largo invierno que acecha y cuando el frío amenace implacable, podré abrirla como una ventana que me permita respirar todavía un leve aroma a primavera.
Me aguardaba en el buzón, agazapada entre diversos impresos publicitarios, la más hermosa carta de amor que pudiera soñar. Anónima. Fuera de toda lógica y tiempo, cuando ya demasiados otoños solitarios habían acariciado mi piel.
Mi primera reacción fue romperla. Temí que se tratara de una broma despiadada. Pero enseguida descarté esa hipótesis. Un propósito tan cruel, no podría destilar unas palabras tan plenas.
Mentalmente repasé todas las posibles opciones y me percaté de lo limitadas que éstas se habían vuelto con el correr de los años. No reconocía en nadie la sensibilidad suficiente para ser capaz de condensar tanta belleza en tan pocas líneas.
Percibí entonces que la verdadera importancia de esa carta residía más en su mensaje de ilusión y esperanza que en descubrir la mano que la escribió. No en vano supo remover mi alma cuando creí que ya nada ni nadie sería capaz de hacerlo. Reavivó sentimientos que estimé olvidados para siempre.
Decidí conservarla en secreto. Servirá para paliar esos días del largo invierno que acecha y cuando el frío amenace implacable, podré abrirla como una ventana que me permita respirar todavía un leve aroma a primavera.